En el ejercicio de la catequesis intervienen
diversos agentes o personas que desempeñan funciones propias. La catequesis se
desarrolla en la pastoral ordinaria de las comunidades y supone una acción
común pero diferenciada por parte de los miembros de la comunidad.
Los principales responsables de la catequesis son:
el obispo, los sacerdotes, la comunidad, los padres de familia, los religiosos
y religiosas, los catequistas.
1.
La Iglesia particular y la catequesis
El anuncio, la transmisión y la vivencia del
Evangelio normalmente se dan en el seno de una Iglesia particular, es decir, de
una diócesis. De modo que el ejercicio de la catequesis es responsabilidad de
toda la comunidad diocesana y parroquial, no solamente de algunos catequistas.
Ahora bien, los pilares sobre los que se sostiene la
vida diocesana son dos: El anuncio del Evangelio y la Eucaristía. La iglesia
particular, así como la Iglesia en su conjunto, existe para evangelizar.
Por consiguiente, la catequesis es una acción
evangelizadora básica de todas las iglesias particulares. Su objetivo es
ofrecer un proceso formativo a los miembros de la comunidad, en vistas a
conocer, celebrar, vivir y anunciar el Evangelio dentro de su contexto
socio-cultural. Se trata, en definitiva, de mantener o promover la fe en las
comunidades.
Al interno de la comunidad la catequesis es un
ministerio que ocupa un lugar destacado, cuyos rasgos principales son los
siguientes:
a)
La catequesis es
un servicio único realizado por varios agentes en modo diferenciado. En ella
participan sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos en comunión
con el obispo. Todas las funciones que realizan los diversos agentes son
importantes, en esa pluralidad de funciones radica la riqueza de la catequesis.
b)
La catequesis es
indispensable para el crecimiento de la Iglesia. No es un acto que se realiza a
título personal por un individuo. Siempre se actúa en nombre de la Iglesia, que
es la dispensadora de tal ministerio.
c)
La catequesis
tiene carácter propio. No debe confundirse con otros ministerios o áreas de
trabajo de la comunidad: liturgia, acción social, etc., aunque actúe en modo
coordinado con ellos.
d)
La catequesis es
apoyada por personas que colaboran con ella aunque no sean catequistas. Ellos
ayudan en diversas tareas: elaboración de materiales, en la formación, en la
planificación.
2.
La comunidad y el ejercicio de la catequesis
Si como hemos dicho, la catequesis no es una
iniciativa personal, esto significa que ese ministerio es responsabilidad de
toda la comunidad. Esto es así porque el objetivo es lograr la incorporación de
los catequizandos en la vida de la misma comunidad.
Debe quedar claro entonces que los niños, jóvenes y
adultos que participan del proceso catequético, al finalizar cada etapa de la
formación, son acogidos en la comunidad en un ambiente fraterno, donde puedan
vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido.
De modo que el beneficio es mutuo. La comunidad no
sólo debe dar mucho a los catequizandos, sino que recibe mucho de ellos. Es
fácil comprender que la madurez e integración del grupo de datequizados tendrá
un influjo directo en la madurez e integración de la comunidad. Una catequesis
bien organizada y estructurada asegura una comunidad mucho más desarrollada.
3. El obispo
El obispo es el primer responsable de la catequesis
en la Iglesia particular. Así lo dice la Catechesi
Trandedae, n. 63b: «el
campo de la catequesis tenéis vosotros, queridísimos hermanos, una misión
particular en vuestras Iglesias: en ellas sois los primeros responsables de la
catequesis, los catequistas por excelencia. Lleváis también con el Papa en el
espíritu de la colegialidad episcopal, el peso de la catequesis en la Iglesia entera».
En su ministerio profético de los obispos encuentran
una importante relación el anuncio misionero del Evangelio y la catequesis. A
ellos se les pide que dirijan el trabajo catequético. Para lograrlo se les pide
concretamente lo siguiente:
·
Asegurar en su
iglesia particular que la catequesis sea un trabajo activo y eficaz. Esto
supone facilitar los medios, buscar el recurso humano calificado y conseguir
los fondos económicos que se necesitan.
·
Ejerce una
acción directa en cuestiones como la calidad de los materiales (textos) que se
usan; asegurar la autenticidad de la confesión de fe y la pertinencia de los
instrumentos que deban utilizarse.
·
Esforzarse por
mantener una auténtica mística de la catequesis, que toma cuerpo en una
organización sistemática y orgánica.
·
Buscar los
medios para que los catequistas tengan la formación adecuada a la hora de
realizar su misión. Ello implica conocimientos doctrinales, pedagógicos,
didácticos y psicológicos.
·
Elaborar y
aplicar en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y
coherente, que responda verdaderamente a las necesidades de los fieles y que
esté convenientemente armonizado con los planes pastorales vigentes. Ese
proyecto de catequesis debe estar también en armonía con los planes de
catequesis de la Conferencia Episcopal.
4. Los
presbíteros
Si bien la función de los presbíteros es vista como
colaboración al obispo, sin embargo hay que decir que los que tienen un
contacto diario y directo con los catequizandos son los ellos. Es de su
competencia organizar la comunidad, en todos sus ministerios y servicios,
incluyendo en de la catequesis. Por tal motivo, el aporte que ellos den en ese
campo es muy importante.
También ellos, como el obispo, son vistos como
educadores en la fe. En esa línea deben procurar la madurez formativa de sus
fieles. Han de fomentar, entonces, a personas que estén dispuestas a responder
al llamado de ser catequistas.
Las tareas específicas de los presbíteros, en
especial de los párrocos, en esta importante tarea son las siguientes:
·
Promover y
sostener en todas las formas la común responsabilidad por la catequesis,
destacando el aporte que los catequistas dan a la pastoral parroquial,
manifestándoles su aprecio y apoyo.
·
Debe asegurar
que la catequesis sea un trabajo programado y bien estructurado, poniendo en
práctica las indicaciones diocesanas.
·
Pondrá
diligencia en buscar y formar a los mejores catequistas para que atiendan los
distintos sectores y comunidades que integran la jurisdicción parroquial, para
que a nadie le falte la debida formación en la fe.
·
Integrar en modo
pertinente la catequesis en el plan parroquial de evangelización, poniendo
especial atención a la relación que se da entre catequesis, sacramentos y
liturgia en general.
·
Buscar en todo
momento integrar el trabajo de los catequistas de su parroquia con el trabajo
diocesano de la catequesis.
No se olvide que la calidad y efectividad de la
catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y
acción del sacerdote.
5. Los padres de
familia
Los primeros responsables de la educación en la fe
de los hijos son sus padres. El modo como los padres de familia vivan su fe
tendrá un impacto directo en los hijos que dura toda la vida. El ejemplo de los
padres, entonces, en la vivencia de la fe es insustituible. Sobre todo en los
primeros años de la vida, la educación que se reciba en familia, adquiere el
carácter de iniciación en la fe. Esto va vinculado a los mejores momentos que
el desarrollo normal de una familia se viven desde una perspectiva cristiana.
Por tanto la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma
de catequesis.
Los padres de familia, en modo particular los que
están casados, prometieron educar a sus hijos en la fe de la Iglesia. Esta
tarea no ha de verse como algo sin importancia, sino como un verdadero
ministerio. La vida familiar es la mejor escuela de fe que existe.
De lo anterior se desprende que la comunidad
parroquial se interese también no sólo por la educación de los hijos, sino
también por la de los padres de familia. Se debe, entonces, buscar contactos
personales con los padres de familia, organizar encuentros, cursos, retiros e
incluso una adecuada catequesis de adultos para ellos. Todo ello para ayudarles
a realizar la tarea de ser también ellos catequistas de sus hijos. Es
lamentable que en muchas parroquias los padres de familia se encuentren
solamente al inicio o al final del año catequético, cuando en realidad se
deberían programar más encuentros para apoyar su tarea de ser formadores de sus
hijos en casa. Es urgente tomarse en serio la afirmación de que la familia es
una iglesia doméstica.
También de los padres de familia se esperan acciones
específicas en función de la consecución de los objetivos de la formación en la
fe, al respecto podemos mencionar las siguientes:
·
Ayudar a sus
hijos a realizar las tareas que se les asignan durante la lección de catecismo.
·
Acudir
diligentemente cuando los catequistas convocan a reuniones, encuentros, retiros
y a toda actividad vinculada a la catequesis de sus hijos.
·
Colaborar
incluso económicamente para que sus hijos tengan las mejores condiciones para
recibir la catequesis.
·
Definir con sus
hijos momentos determinados de oración familiar y establecer reglas de
comportamiento para vivir mejor la fe cristiana en familia.
·
Educar con el
ejemplo a sus hijos, participando los sacramentos y de la vida litúrgica de la
comunidad y sobre todo llevando una vida decorosa e inspirada en los valores
cristianos.
6. Los
religiosos y religiosas en la catequesis
Las personas consagradas de diversas congregaciones
religiosas han jugado un papel muy importante en la historia de la
evangelización, en modo particular en la organización y realización de la
catequesis. A ellos les pide la Iglesia que dediquen el máximo esfuerzo y todos
sus recursos a la obra específica de la catequesis.
En muchas diócesis los religiosos y religiosas
realizan en este campo un aporte indispensable. Piénsese por ejemplo en la
cantidad de escuelas en las que se imparte catequesis a los estudiantes. En
como también dichas congregaciones prestan sus instalaciones y recurso humano
para la efectiva realización de la formación en la fe. Este modo de proceder
debe estar inspirado en los consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia; estar inspirados en las bienaventuranzas y orientarse a la
realización del Reino de Dios en la historia.
Muchas congregaciones han surgido, por deseo de sus
fundadores, con el objetivo de atender a personas que necesitan de una
formación cristiana, de modo que hay que respetar ese deseo originario y poner
todos los esfuerzos en mantener la mística del fundador, adecuándola a las
condiciones del tiempo presente.
Su colaboración con la catequesis pueden hacerla en
los siguientes aspectos:
·
Especializar
miembros de su comunidad en estudios relativos a la catequesis, para que
después puedan animar y fortalecer el trabajo de las comunidades en los
diversos aspectos: organizativos y formativos.
·
Poner a
disposición del trabajo diocesano las instalaciones de los diversos edificios
que están bajo su administración: escuelas y casas de formación.
·
Colaborar en las
comisiones diocesanas que coordinan el trabajo con la catequesis, destinando
sus mejores elementos para que apoyen el proyecto diocesano de catequesis.
·
Destinar a
algunos de sus miembros para que realicen catequesis a distinto nivel: niños,
jóvenes y adultos.
·
Apoyar las
diversas actividades orientadas a sostener económicamente el trabajo
catequético.
7. Los
catequistas laicos
Una palabra especial merecen los laicos que dedican
parte de su tiempo y de su vida al ejercicio de la catequesis. Los catequistas
laicos son los que en muchas regiones han mantenido la fe de las personas.
Lugares no hay una escasez muy alta de sacerdotes los catequistas laicos se
tornan indispensables.
Ellos, con respecto a los otros agentes mencionados,
tienen la ventaja de estar constantemente insertos en el mundo, ello les
procura un contacto directo con las situaciones que aquejan a las personas en
su quehacer diario. Al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes
catequizan, los catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para
encarnar el Evangelio en la vida concreta de los seres humanos.
Ser catequista es una vocación que tiene sus raíces
en una vivencia generosa de los sacramentos del
bautismo y de la confirmación. Su causa principal está en que el Señor
Jesús invita de una manera especial a hombres y mujeres a seguirlo imitando su
condición de maestro y formador de discípulos.
La experiencia nos dice que hay formas diversas de
ejercer la vocación de catequista. Algunos dedican varios años de su vida a ese
ministerio, otros dedican toda su vida. Otros, lo hacen de una manera
ocasional. Pero en todas estas modalidades la entrega generosa es un gran
aporte para la comunidad cristiana. No está demás, en todo caso, darle la mayor
estabilidad posible a la catequesis.
No existe una sola manera de ejercer la catequesis.
Cada contexto social y cultural suponen modos distintos de ejercer la
catequesis. Veamos algunas modalidades.
·
Los catequistas
de tierras de misión. Es el catequista en sentido estricto, es decir, el que
participa de una experiencia en contextos en los que se está predicando por
primera vez el Evangelio. Normalmente en estos contextos las lecciones de
catecismo se imparten a personas adultas, aunque no se excluye la catequesis
para niños. La catequesis para adultos, en estos lugares, se llama
catecumenado.
·
Tenemos también
catequistas que trabajan en zonas de antigua tradición cristiana, pero en las
que se ha debilitado tanto la fe que escasean sacerdotes. Se trata de las
grandes ciudades y barrios populares donde viven millones de personas en la
actualidad.
·
Catequistas para
zonas en situación de nueva evangelización. Se trata de zonas donde abundan las
personas que una vez se bautizaron pero no están frecuentando sus parroquias y
comunidades cristianas. En estos lugares la catequesis se orienta a jóvenes y
adultos, debe ser sistemática y permanente. No cabe duda que en estos lugares
se debe ser muy creativos puesto que se trata no solamente de una proposición
del Evangelio, sino de una re-proposición, es decir, se insiste en que las
personas vuelvan al seno de la comunidad.
·
La forma normal
de la catequesis en las parroquias, orientada a niños y adolescentes sigue
siendo fundamental. En ella se trata de iniciar a los catequizandos en los
misterios de la fe. La tarea cada vez se hace más difícil, dada la
desintegración familiar provocada por la migración o por las nuevas
concepciones de uniones entre personas del mismo sexo que cuestionan la forma
tradicional de la familia. A ello agréguese al amplio acceso a las redes
sociales, que complejiza el ejercicio de la catequesis.
·
Catequistas para
preparar a los sacramentos. En modo particular se piensa en el matrimonio y
también se orienta a aquellos que tienen ser padrinos en el bautismo y la
confirmación.
·
Catequistas para
sectores especiales. Estamos pensando en sectores como los ancianos, las
personas desadaptadas y discapacitadas, los emigrantes y personas marginadas.
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